Una década de impunidad

, por Martín Gaitán

Cuando Camila cumplió 10 años hace algunas semanas, Mariano y yo cumplímos una década siendo tios. Lo dije: es una de las cosas más bonitas que me han pasado; ese vínculo afectivo desde el que se puede gozar con la impunidad que los papás no pueden permitirse.

Me acuerdo patente y patético de mis rezos ateos para que el "pan bajo el brazo" fuese el mundial, el de Francia, que se empezó a jugar un mes después de que Camila nació. No sé si por la falacia de mi religiosidad o porque Cami ya era suficiente regalo, se sabe, el panadero del cielo bajo el brazo no mandó ni una miguita y en cambio, me quizo conformar con un cabezazo bajo la mandíbula.

Diez años de tio. Joaquín se sumó en el camino y en el descuido se colaron 1200 kilometros muy putos, que me hacen perder la mejor parte: la de la risa y el descubrimiento cotidiano. Pero igual la emoción se la ingenia para invadir, aprovechándose de cualquier comentario (una actuación en la escuela, una nueva palabra aprendida, una canción en el piano o los nuevos datos sobre el planeta marte), que siempre se amplifica en las babas de los abuelos.

En las breves escapadas de invierno y en los veranos, cuando los kilómetos se anulan y el corazón se agita en un abrazo, comienza la diversión de verdad. Soy tio. Soy impunemente niño.

Lo que sigue es el guión de de títeres que escribimos con Camila, para una obra pensada para la navidad pero estrenada al final luego la cena de año nuevo del 2006 ante el público familiar presente. Joaquín tenía 2 años y formó parte del elenco, en el rol estelar del Gigante Panzachina. Ripolito era mi títere, y Floripondia y la Gata Machata los de Camila, que tuvo memoria suficiente para recordar los parlamentos de dos personajes.

Aunque no fue la mejor presentación, los aplausos del público estremecieron la sala (sobre todo ante la aparación del Gigante), y la vibración se sintió fuerte en el escenario principal, instalado por la producción en el descanso de la escalera.

La navidad del Gigante Panzachina

(Aparece Ripolito tranquilamente desde el costado, para hacer la presentación. Destrás de él, entra Floripondia)

Ripolito: - Buenas, buenas! ¿Cómo andan? ¿Disfrutando cada centímetro nuevo de panza? Para nosotros es un gusto estar ésta noche acá, pasar a saludarlos y decirles ¡Feliz indigestión a todos!

Floripondia: ¡Feliz Navidad, Ripolito! Se dice ¡Feliz Navidad!

Ripolito: Sí, sí, felices las dos cosas. Nosotros la pasamos muy bien en la casa de nuestra amiga la Gata Machata, que es un poco sorda.

(aparece la Gata Machata desde un costado)

Gata Machata: ¿Cómo que gorda? ¡Gorda será tu abuela, querido! Lo mio es hinchazón Ripolito, porque desayuné muchos ratones.

Ripolito: ¿Se dan cuenta? Esta gata es sorda como una tapia, lo que les digo.

Gata Machata: ¿Higo? No, querido: la ensalada de frutas no tenía higos.

Floripondia: Bueno Gata, no se enoje. Además de saludar a todo este público, queriamos invitarlos a todos a que nos acompañen a la casa del Gigante Panzachina, el sabio del barrio.

Ripolito: No sé, no sé...el gigante ése será muy sabio pero hay que tener suerte para encontrarlo con la boca vacía. ¡Se la pasa tragando y con la boca llena nunca puede decir nada!

Floripondia: Es que el alimento es su fuente de sabiduría, Ripolito.

Gata Machata (mirando al árbol de navidad): ¿Vieron? yo también sabía que duraría ese arbolito. Salió de bueno...

Ripolito: Hay, ¡que sorda! (Ripolito se golpea la cabeza contra el borde del escenario).

Floripondia: Bueno, les seguimos contando. Queremos ir a la casa del Gigante porque siempre para estas fechas nos dice cosas importantes a todos los que lo visitamos. ¿Vamos?

(los títeres salen por un lado y entran por el otro, varias veces para enfatizar que caminan. En la mitad de una pasada Ripolito se dirige hacia el público)

Ripolito: Che, ¡A ver si ustedes caminan un poco así bajan esas panzas!

Floripondia: ¡Shhh!, que ya llegamos. Es él, ¡Es Panzachina!

(Aparece Joaquín esquina del escenario sostenido desde abajo, comiendo algo. Hacerle cosquillas o instar a que el público le pregunte para que balbucee algo)

Ripolito: Che, ¿Ustedes entedieron algo al mago?

Gata Machata: Ay, sí... yo tambien estoy que me cago.

Floripondia: ¡Momento! El gigante no es un mago, es un sabio.

Ripolito: ¿Y qué es lo que dijo?

Floripondia: Dijo que está contento de estar acá, y que aprender a estar contento es la mejor sabiduría.

Ripolito: Mirá vos, escuchalo al grandote.

Gata Machata: ¡Eso, eso! ¡Echalo, echalo! ¡Si se comió hasta mis ratones!

-FIN-