Del amor y otras políticas

, por Martín Gaitán

"Taca", una travesti, era la fiscal general de De la Sota en la misma escuela donde yo fui el de Carolina Scotto, en la escuela primaria del popular barrio Coronel Olmedo. Temprano, apenas nos saludamos, se acercó y me dijo bajito "este es mi laburo, pero yo a Cristina la amo. Nos dió todo".

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Sandra es la directora de la escuela. Nos recibió cuando llegamos a las 7:15 de la mañana. Apenas vio la caja con boletas de Scotto me tomó del hombro y sin mucho tapujo me dijo "negrito, cuenten conmigo para lo que necesiten, yo estoy con ustedes". Y estuvo todo el día: desde convidarnos café y criollitos (pagados de su bolsillo) hasta conseguirnos a dos vecinas como fiscales de mesa suplentes.

También nos prestó su oficina en cuyo pizarrón se leía: "Chicos con ausencias alarmantes - VISITAR FAMILIAS", seguido por un listado de nombres y grados.

Toda mi admiración a esas docentes-militantes, como mi vieja, como Sandra, como tantas compañeras que han hecho de su laburo un compromiso de transformación que excede el aula y saben, sienten, que es este el gobierno que las acompañó en esa lucha.

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"Nonita, vení, sentante acá que corre menos viento", invita Laura a la abuela que la acompaña desde las 6am. La abuela es la experimentada cocinera del merendero de Villa La Vaquita Echada, el espacio que desde hace muchos años Laura y los compañeros que están fiscalizando militan cada semana. La Nona apenas puede caminar y Laura también. Está exhausta porque durante todo el dia, sin parar, su teléfono ha sonado pidiendo auxilio con problemas de todo tipo. Con esa misma dulzura con la que trata a la vieja, casi inverosímil, dio respuestas a cada llamado.

Cuando cerró la última mesa y yo le entregué las 13 actas me dio un abrazo fuerte y me dijo gracias. Ella a mí.