Carta para reenamorar
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Le vengo dando vueltas desde las dos, cuando terminé de ver la peli que no debía ver. Blue Valentine, se llama. Ya sabía de qué trataba y debí suponer que no era el mejor plan, pero, qué cojones, se trata de "aventurarlse" (como dijo aquella viajera chilena). Bella y cruda. Con final feliz hubiera sido lo que necesitaba.
Si en vez de creer que esta carta debe ser algo trascendente y simplemente te escribo, o simplemente escribo, quiza me sería más facil. Si no hubiera mezclado las flores de Wally (añejadas, mejores que las de Bach) y los mezcales de jalisco, quizas también. Pero, así son las cosas, nada fáciles. Si una carta de amor —que no debería ser más que una carta con amor— para enamorar es difícil, una carta para reenamorar lo es aún más.
Eso me pasa: no sé bien qué debo decir para que ocurra lo que quiero que suceda: que te enamores de mi, de nuevo. Que sea el que se cumpla de esos sueños que te he contado que tengo, en los que un dia desde el banco de suplentes entro a la cancha y hago un gol magistral para ganar el campeonato, o que por fin sé tocar una canción en la guitarra y sorprendo al fogón. Que me ames. Deseo. No te lo pido. No hay delivery para estas cosas.
Que me ames, no como antes. El amor eterno es el amor que renace, me dijiste con ninguna de estas palabras (o eso entendí). La eternidad como una suceción de ciclos que empiezan de nuevo, como una cadena de muchas finitudes y no como un infinito monótono, abúlico, inabarcable y por la tanto imposiblemente pleno. Me gusta eso, no lo dije, como tantas otras cosas, pero me gusta eso.
Pero ahí está también, algo tácita, la diablura del amor renacido, y es que si es que viene, viene distinto. Trae consigo la certidumbre de saberse desafiado por el pasado, de saberse mortal, perecedero, acechado por las cenizas de las que viene.
Puedo escribirte un microcuento para disimular que no sé como seguir: pensatibunda, la pajarilita no alcanza a oir el piar que la llama.
Son las seis, el sol sale algo tímido y yo querría poder grabar y mandarte el piar de verdad que se oye por la ventana. Pasa a través de nuestro patio y llega a hasta acá, sólo interrumpido por el traqueteo de las teclas clacatackclack taq taqtaqtaq (borro mucho). Autos estruendosos también hay, pero no se escuchan en las cartas para reenamorar.
De las muchas cosas que de vos me gustan hay una que no he dicho, al menos no mucho: que te guste la poesía. Me doy cuenta que a mi me solían gustar y dejé de leerlas. Sé las mismas poesías que sabía a los dieciocho. Pero ahora tienen mucho más sentido, como la de Juan que ya estaba en el blog, pero la puse de nuevo. Ando de loco por el aire que ando que no ando. Seré lo que debiera. Tu pie. Tu mano. Tuyo.
P.-S.
Córdoba, 6 de noviembre de 2011