Fideo

, por Martín Gaitán

Se lo dije a Carlitos y al Lean: lo único que yo quería del partido de ayer entre el Real y el Atlético de Madrid, era que Angelito Dí María la rompiera. Sucedió: fue el mejor de la cancha, el que fue para adelante siempre, el que tuvo cuatro pulmones extra para picar y gambetear en el minuto 120 de partido, una vez más, como si recién saliera a la cancha.

Si, si quieren, hinchaba un poquito por el Aleti, pero sin fanatismos: como Lanata pero sin el cínismo, uno siempre hincha por el más débil, y el equipo del franquismo y la oligarquía española no merece (ni necesita) mi apoyo. Igual, Cholo querido, ¿cómo podés poner al principito Soso que no te banca una pelota más de 10 segundos?

Dentro de ese equipo de ricos para ricos, donde el ego y el individualismo son la regla, Fideo Di María es el que rompe el molde. Este pibito de tranco largo, salido de uno de esos barrios argentinos que sólo salen en los policiales de los diarios, que paleó carbón con el padre cuando niño, fue el que ayer se echó en esos hombros flacos a su equipo, el que bancó los trapos. No por el Rey, le importa tres carajos, sino por el fútbol y esa bandera que lo abriga.

El 12 de mayo de 2010, justo antes del mundial de Sudáfrica, deseé, en forma de vaticinio, esto:

Quizás, como le pasa a Angelito, corrí demasiado rápido con la idea y el juez de línea me juzgó adelantado. Pero este año en Brasil, con un equipo que juega en equipo, habrá crack gambeateando a las zancadas por el carril izquierdo.