Tin contra el sistema

, por Martín Gaitán

La versión corta dice que me dieron todas las materias y podré cursar el tercer año en el 2005. O sea, lo que quería.

La versión larga narra la historia de ir y volver casi todos los dias; caminar esas 10 cuadras por la calle Independencia hasta la facultad, con el sol castigando látigo en mano a mi cuerpo inadaptado a la humedad. Es un karma, y más ahora que aprendí sobre la importancia de estar "presentable" frente a los hombres de corbata: salía bañado, fresco, ropa liviana, caminaba lento, por la sombra, llevaba la mochila en la mano, pero no habia forma, llegaba a la facultad y la mancha de transpiración aparecía a la altura del pecho.

La historia sigue con un curso acelerado de como enfrentar a la burocracia. Hay que tener paciencia y habilidad, o sino inventarla. Pero eran muchos frentes, desde la señora anteojuda y malhumorada de la mesa de entradas -por donde pasan todas las notas y expedientes, ida y vuelta- hasta el Secretario Acádemico, pasando por el Ingeniero Ambroggio y su Secretaria, quienes fueron, en definitiva, los que avalaron las equivalencias de todas las materias que presenté. También Graciela Luna del Despacho de Alumnos, y Fernando Artaza de Bedelía sueñan conmigo. Pesadillas, claro.

En cuestiones de ordenanzas y resoluciones, lo justo no le gana a lo legal. Pero cuando la razón no alcanza, siempre queda la perceverancia, la sabia constancia de estar, preguntar, proponer y hacer constar a cualquiera la importancia de eso que para ellos sólo es firmar un papel.

Me agotaba, me sentia impotente enfrentando a ese monstruo de muchas cabezas desorganizadas sin mas armas que una pila de notas redactadas con la ayuda de Dany, y la mano que, como pudo, me dió Gaby Correa.

"El ojo del dueño engorda el ganado, hacés bien en hincharles todos los dias", me dijo alguno con conceptos capitalistas bien claros. "Por sentido común yo te diria que sí, pero no sólo depende de mi. No estas pidiendo que te regalemos ninguna materia, querés rendirlas", repetia Brewer demostrándome que entendia mi pedido.

Pero llegó el final, o algo que se le parece, y cayeron por el peso de su misma contradicción. No me dejarán rendir en febrero, porque mi matricula será 2005, y "no se puede saltear el sistema si en febrero aun no tenés matricula", me dijo Artaza refieriendose al pésimo sistema informático -no porque no conciba excepciones lo digo- que tienen algunas universidades nacionales, comprado a IBM vaya a saber por cuantos millones. Si podré, por autorización expresada en una nota por el Secretario Académico Alejandro Brewer, cursar las materias de tercer año condicionado a que rinda (y apruebe) las materias correlativas que me faltan de años anteriores cuando tenga la posibilidad.

Será un esfuerzo, es patear la pelota para adelante, y me queda el sinsabor de que mi inactividad académica -no de estudio- continuará hasta, al menos, mediados de marzo. Pero al menos sé, aún dia de volver a Neuquén, que no fué en vano este tiempo y fué buena decisión quedarme a pelearla. Tuve el aguante de Andrea y Daniel y el de mi familia siempre atenta al asunto. Esta especie de "triunfo", también es de ellos.