Historias de Esso Shop

, por Martín Gaitán

UNO


— No te puedo creer que tengas esa edad — le dice el tipo barbudo a Jazmín, una de las chicas que atiende en este 24hs que desde hace algunas semanas es mi sala de estudios. Ella sonrie, siguiendo el juego, y le dice que sí, que tiene 18, y que no es verdad que se tiñe el pelo.

— Mínimo 25, decime la verdad — continúa suspicaz el barbudo, mientras abre con inevitable gran despliegue el suplemento cultural de La Voz del Interior. El televisor está encendido en un canal de videoclips latinos, y justo en ese instante aparece en pantalla Cristian Castro y sus alaridos.

— Shh, ahora silencio, que me gusta esta canción — dice Jazmín mientras sube el volumen del aparato. El barbudo cambia el semblante, decretando tácitamente el final del juego.

— Me convenciste — alcanza a decir bajito y da vuelta la página.

DOS

Todas las noches a las 2 hay reunión de taxistas. Las charlas a veces tienen tópicos gremiales, otras veces televisivos, la mayoría deportivos. Cualquiera sea el eje de la conversación, sólo se interrumpe cuando una mina cualquiera (basta que parezca mina) entra a comprar algo.

— ¿Conocen la historia del sanguche? — pregunta uno, mientras clava los incisivos sobre un pebete que rebalza mayonesa por los costados.

— Resulta que el tipo era el intendente de un pueblo, allá en Inglaterra creo. Y la cosa es que el negro era re timbero y putañero, así parecido al Carlo. — compara, dirigiendo la mirada a uno de la ronda.

Todos miran al gordo Carlo y se rien, menos él, que termina su sanguche. Con la frialdad del buen humorista continúa.

— Este tipo, el gobernador, se la pasaba jugando al chinchón, a la versión inglesa mas vale, que es la que juegan allá. Como tenía una mano siempre ocupada con las cartas, para poder comer agarraba el morfi con la otra mano. Y para que las cartas no le quedaran siempre enchastradas, empezó a meter el morfi adentro de un pan.

— Dejá de chamulliar, negro— dice el Carlo.
— En serio che. Te digo más: el tataranieto de este tipo fue el que inventó el coso ese de manos libres que se enchufa al celular, para llamar al delivery y que te traigan un sanguche. Creer o reventar. Fijate en interné si querés.

Todos quedan en silencio un instante y torcionan la cabeza sincronizadamente. Cuando la chica se va, el relator retoma.

— ¿Saben como se inventó la interné?

TRES

De los 6 botones de su ajustada camisa tiene prendidos 3; los de abajo. A la altura del cuarto botón, alconchonado entre la maleza de pelos, ostenta un crucifijo dorado que prende al cuello con una cadena bastante gruesa, parecida a la que tienen en oferta en la veterinaria de la calle Estrada.

La chica que está con él lo abraza, y por sobre su hombro bebe otro sorbo de Pritty Limón.

Él termina el pancho de un bocado y mientras aleja bruscamente a su acompañante con el brazo y lo extiende como tomando distancia, saca con la otra mano un celular del bolsillo de su camisa y lo abre de un sacudón.
— Sonreí — le dice, algo imperativo, con la intención de eternizar el momento en su tarjeta SIM.

Ella escarba rápidamente la juntura de sus dientes y responde al pedido ampliamente. "Whiskyyy... Click" se escucha una voz de locutor cool desde el mismísimo celular. Se abrazan de nuevo.

— Mirá lo que conseguí — le dice él, exaltado, separándola intempestivamente de nuevo. Agacha la cabeza y se concentra en el aparatito. A todo volumen empieza a sonar "... Beso a beso ... Me enamoré de tí...".

Ella sonríe y pregunta

— ¿Querés otro pancho?