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Artículos de esta sección

  • Es tiempo de unión

    , por Martín Gaitán

    Es tiempo de unión, tiempo de que juntemos las manos y desafiemos la muerte. Las naranjas están dulces en los palos, se desgajan pesadas para que tu y yo comamos la ternura de la naturaleza. Es tiempo de decir te quiero mientras voy reencontrándote en cada una de tus facciones, re-descubriéndote en el follaje, la arena, en cada minuto que pasa tic-taqueando por mi lado. El mundo esta detenido delante de la puerta, ancho y grande como un campo que nos espera para que corramos sobre su (...)

  • Por el piso

    , por Martín Gaitán

    Van por la junta de los baldosones, marchando. Parece una fila recta, pero no. Hay que mirar con atención, una atención que sólo se logra siendo un niño o estando enamorado. Una atención minuciosamente escrutadora de cada gesto, de cada señal. Porque además de las que van derechitas, ordenadas, marciales, con su cargamento de dichondras molidas a dentelladas, hay otras que hacen un trabajo diferente. Entonces, estas, avanzan un tramo más rápido que el resto, se frenan, se corren a un costado, miran, (...)

  • Monólogo octavo: Habla Dulcinea

    , por Martín Gaitán

    No vayan a creer vuesas mercedes que soy una moza lánguida y amiga de embelecos sin bulto, de los que no se palpan ni se sienten pero hacen llorar. Arredro vayan de mi vera los pálpitos inexplicables, los suspiritos de malcasada o los vapores y calorinas de monja: no soy doncella, eso ya lo saben —y bien que lo aprovechan— todos los mozos del Toboso y hasta más de uno de Argamasilla.

  • Isadora

    , por Eduardo Galeano

    1916-Buenos Aires Descalza, desnuda, apenas envuelta en la bandera argentina, Isadora Duncan baila el himno nacional. Una noche comete esa osadía, en un café de estudiantes de Buenos Aires y a la mañana siguiente todo el mundo lo sabe: el empresario rompe el contrato, las buenas familias devuelven sus entradas al Teatro Colón y la prensa exige la expulsión inmediata de esta pecadora norteamericana que ha venido a la Argentina a mancillar los símbolos patrios. Isadora no entiende nada. Ningún (...)

  • Un ruiseñor en concierto

    , por Martín Gaitán, Pecas Soriano

    En la cima del árbol justo al borde del verde -en donde empieza el aire- hay un ruiseñor en concierto. Por un momento creo que soy de nube que no me pesa esta materia que casi tengo la altura de su canto. De pronto el ruiseñor sostiene al árbol con sus patas y sube y sube hasta que el cielo es tierra. ¿Quién le puso tanto pájaro a esta música?

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