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Artículos de esta sección

  • Diario de viaje de un mochilero

    , por Martín Gaitán

    Hoy estuvimos en Lima; no teníamos un cobre, loco. Así que pintó ir a la plaza central a tirar paños, a manguear algo para hacer el día. Nos mandamos yo, que zafo con la escribanía pública y hago algo con la contaduría, el Chabón, un abogado en lo civil que hace unas me­di­aciones re flasheras, y el Negro que trabaja muy lindo la decla­ra­ción de bienes personales. Como es típico de Latinoamérica, la plaza los domingos estaba hasta las pelotas. Así que nos tiramos a la som­bra, tiramos los paños y (...)

  • El amor después de todo

    , por Martín Gaitán

    El amor se aprende, se hace, se inventa, se contagia… y también se acaba. Queramos o no, dura lo que dura. El amor caduca sin previo aviso y no admite reclamaciones ni devoluciones. El amor es así. Improbable. Impredecible. Improrrogable. Hay amores chispa, los amores chiribita. "Fue bonito mientras duró. / A las once me besaste. / A las once y un segundo supe que / estabas casado", confiesa Coloma Fernández Armero en su "Romance de un segundo". Y hay amores estrella, de lumbre perpetua, los (...)

  • Puente

    , por Martín Gaitán, Nicolás Guillén

    ¿Lejos? Hay un arco tendido que hace viajar la flecha de tu voz. ¿Alto? Hay un ala que rema recta, hacia el sol. De polo a polo a una secreta información. ¿Qué más? Estar alerta para el duro remar; y toda el alma abierta de par en par.

  • Estoy contigo

    , por Martín Gaitán, Roberto Juarroz

    Estoy contigo, pero por encima de tu hombro me dice adiós tu mano que se aleja. Entonces yo contengo mi mano para que no nos traicione ella también. E insisto: estoy contigo. Los innegables títulos del adiós abandonan entonces provisoriamente sus derechos. Y nuestras manos se aquietan en las equidistancias de estar juntos.

  • Sin señal de adiós

    , por María Elena Walsh, Martín Gaitán

    Qué dulce modo tenés de no estar, quédate así cuando te vas, como un aroma de sol en la piel mucho verano después. Qué melancólico modo tenés de acompañar aunque no estés. Tiembla en el aire del atardecer verte por última vez. Tanta vida mía desvivir no sé. A la lejanía me acostumbraré pero va por dentro la procesión sin señal de adiós. Qué dulce modo de permanecer, cómo me das rumbo y ayer. Hago de tanto trabajo de amor lágrimas y resplandor. Honda manera tenés de callar, cántame así cuando te vas, (...)

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