Recuerdo ese campeonato. Por esas épocas yo profesaba, además de mi pasión perra por Belgrano, una leve simpatía por Boca. Pero los bosteros vinieron al entonces Chateau Carreras creyendo que daban la vuelta en Córdoba. Esa actitud me resultó suficiente para romper cualquier lazo afectivo con el club de la ribera. Grité como nunca aquel gol de Peppino. Y, valga la cuasi-redundancia, se comieron un buen Pepino.