"Susana amasa la masa", acataba mi lápiz, con la punta filosa casi lista para apuñalar. Al lado, muchos garabatos contrastaban la hoja Rivadavia, acusando un gran fastidio acumulado. Por fortuna, gracias a mi prolífica imaginación infantil nunca sucumbí al invasivo sopor. Las gansadas prolijas con tiza blanca o azul sólo motivaban a soñar otros mundos. Cuando mis ojos apagaban la luz podía disfrutar, pongamos por caso, a Maradona marcando un gol magistral visto sólo por mi; o quizás a un payaso (...)
Los mimos y las masas
, por