El lunes 14 de marzo pasado volví a ser estudiante universitario. Aún no está asentado en los papeles oficiales, pero chocolate por la noticia, se sabe que eso es así. La cosa es que empecé las clases: entré a un aula, me senté en un banco, saqué un cuaderno, puse la fecha y el nombre de la materia, y (lo más importante) conté y califiqué a las mujeres que había. Eran 5, y en promedio obtenían un 6, que es la media en una carrera de ingeniería. Se hacía la una de la tarde, y el aula contemplaba un (...)
Sobreviviente
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