Debe ser la cuarta vez que inicio este texto: estoy media hora frente al monitor y me voy a dormir sin nada escrito. Las oraciones se niegan a convivir, hay cruentos forcejeos entre los verbos y sus objetos directos, los adjetivos se empastan en la lengua como una manzana arenosa y terminan asesinados por la tecla " —" que todo lo ajusticia. No es que no sepa qué les quiero contar, es el destino el que actua: el quiere escribir sobre Celeste, que le cueste. Nuestra amistad nació en el chat (...)
Cómplices
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