Los mimos y las masas

, por Martín Gaitán

"Susana amasa la masa", acataba mi lápiz, con la punta filosa casi lista para apuñalar. Al lado, muchos garabatos contrastaban la hoja Rivadavia, acusando un gran fastidio acumulado.

Por fortuna, gracias a mi prolífica imaginación infantil nunca sucumbí al invasivo sopor. Las gansadas prolijas con tiza blanca o azul sólo motivaban a soñar otros mundos.

Cuando mis ojos apagaban la luz podía disfrutar, pongamos por caso, a Maradona marcando un gol magistral visto sólo por mi; o quizás a un payaso — sin nariz grandota ni cara pintada, para apartar mi cagazo habitual— inflando globos con formas raras y lanzándolos a volar muy alto para agasajar al sol.

Abstraído, a salvo, mutaba a una criatura con la masa gris por fin utilizada, justo cuando Susana continuaba insitando a tragar sanatas vacuas, ahora amando y mimando a su mamá.

Para lograr un gran cambio social no hay sustitutos a los mimos y a las masas. Mas nunca agradaron a mis ganas cuando chillaban agudo contra la pizarra, inmóvil y tan aburrida como yo. Supongo, no hay sano juicio tan rústico para soportar tal banalidad. Y culpar a los libros Santillana para primaria implica ignorar algunas cosas. Una gran porción nos toca, por acción u omisión, a los adultos.

No anclar la voluntad, luchar por algún cambio, dar forma útil a las críticas y construir una opción innovadora son pasos a dar. Volvamos a jugar, volvamos a soñar, volvamos a buscar las sonrisas robadas. Un futuro más lindo para los niños y las niñas lo clama a gritos.

P.-S.

Este texto fue presentado en el taller de escritura bajo la consigna de "no utilizar nunca la vocal E". Justo lo contrario a lo que hice acá y también forma parte de la serie de lipogramas que se completa con este cuento.

Fue publicado originalmente en este blog el 9 de mayo de 2005.