Ganas
, por
Córdoba 21 de junio de 2005.
Tenía ganas de que estés acá conmigo, acá o en cualquier lado, no importa, pero que estemos los dos. Es que los labios se me están secando, y el doctor (ese que todos llevamos dentro) recetó que te diera besos en la espalda -muchos besos en la espalda, dijo- , y luego recorriera toda tu piel con mis labios. Me gusta este doctor. Sabe sanar.
Lo cierto es que no estabas cerca, te busqué en mi pieza, en el baño y abajo de la alfombra, por las dudas. Lo que tenia era un numero de teléfono garabateado en la contratapa de unos apuntes que tengo que leer desde hace mucho tiempo.No me aguanté y llamé. Piola tu abuela.
— ¿Quién le habla? — preguntó antes de pasarme el numero de tu casa.
— Martín, un...amigo.
— ¿Tenés para anotar?.
Ya tenia otro número y los restos del coraje invertido en el llamado anterior. Marqué el cuatro y el ocho rápidamente, el uno y el nueve inconscientemente más lento, y cuando iba por el segundo cinco ya me asusté. ¿Y si te complicaba? ¿Gabriela? ¿Sofia? ¿Un compañero? ¿Qué iba a decir? Mi susto no era por mi, era por vos... y colgué antes de que sonara. Mejor es que tus tiempos los manejes vos.
Así que decidí escribirte, que para ser sincero, me gusta un poco más que hablar por teléfono. Pero no me sirve, no me sale, no me llena. Es que el ruido de la teclas en nada se parece a tu risa. Enviá una señal. Aunque sea un beso en la mejilla.
Besos (de mi boca en tu espalda)
Martín