Dedicatorias

, por Martín Gaitán

Eran las ocho de la noche y buscaba zapatillas de fútbol 5. Estaba a punto de entrar a un Dexter Shop, una cadena de ropa deportiva donde no quería comprar pero se imponía ante mi desconocimiento de opciones. Antes de entrar se me acercó un tipo canoso con una campera de cuerina gastada y zapatillas de lona.

— Qué buscás papi, tenemos todo, tenemos zapas todas las marcas, tenemos la pilcha que quieras, te hacemos un 40% de descuento por ser vos.

Dudé entre responder o seguir. Estaba aburrido. Comprar es aburrido, pensé.

— Busco zapatillas de fútbol cinco.
— Tenemos botines de papi, papi — dijo sonriéndose de la coincidencia, o quizá simplemente para lucir sus dos dientes de metal — tenemos las nike total 90, ¿las conocés? son una guasada. Acompañame al local y te las muestro, sin compromiso.

Miré hacia adentro de la tienda de deportes, como buscando ayuda con los ojos. El flaco con la chomba de la cadena de deportes no entendía mi mirada, y en cambio yo observé en la de él más ganas de irse a su casa que de mostrarme zapatillas a mi.

— Vamos ¿Dónde queda?
— Acá nomás, venite.

El tipo empezó a caminar rápido y a la pasada le dijo algo al que vendía fundas para celular a 5 pesos. Rió de nuevo y me miró, hacia atrás, porque ya me había sacado dos pasos de distancia. La incertidumbre me invadió: ¿por qué estaba siguiendo a ese tipo?

— Las nike total 90 son buenísimas loco. Encima te hago un 40% de descuento. Estan como a 180 en vidriera, pero para vos te las dejo a 110. Bueno, a 100 te las puedo dejar. Esas zapas tienen tres funciones, las podés usar para fulbol cinco, para fulbol once y como zapatillas comunes. Son espetaculares. Ahí en la galería, dónde está el cartel, ahí es el local.

Cuando cruzamos la calle Cólon todo cambió: los peatones, las vidrieras, el color de la vereda. Hasta se hizo de noche. El vendedor seguía caminando y yo detrás de él.

Ingresamos en una galería abierta cuya entrada era bastante angosta. El cartel del que hablaba era un pizarrón escrito con tizas de colores donde ya no se distinguía la oferta. Apoyados contra la pared, uno de cada lado, dos tipos también ofrecían zapatillas de marca a los que pasaban por la calle.

A medida que avanzabamos la galería se curvaba, y pronto la entrada se dejó de ver. Llegamos al último local, el único que tenía luces encendidas, aunque con la persiana semibaja.

— Cuidado con la cabeza — me dijo el vendedor mientras hacia un gesto con su brazo, cediendome el paso y señalando que me agachara. Pude haber corrido, pero sin botines . Ya estaba jugado. Una mujer desde la caja, un tipo gordo poniendo cordones desde atrás de un mostrador, y una chica que le mostraba unas rebooks a un flaco peinado con mucho gel nos miraron cuando entramos. El lugar era muy chico, y había zapatillas sueltas por todos lados, sin clasificación ni cajas a la vista.

El vendedor me invitó a sentarme y manoteó un botín del par gris que estaba sobre una mesita de vidrio. Antes de que alcance a soltarlo en mis manos, la chica que atendía al flaco le advirtió que ese par ya estaba vendido, o algo asi.

— Bueno, pero estos son, ¿ves? Los nike total 90. Te consigo tu número, ¿querés?
— Bueno, 41 calzo. ¿Tenés algun otro modelo?
— Si, ahora te busco, pero son buenísimos ¿viste? Estos cumplen tres funciones. Los podes usar para fulbol 5, para fulbol 11 o como zapatillas...¿y de ropa cómo andas?¿No querés probarte un pantalón? Rosi, me alcanzás un pantalón...
— No gracias, está bien — alcancé a interrumpir - sólo mostrame otros botines.

Al final me llevé unos pumas que salían 30 pesos menos que los total 90, y que según el vendedor a esa altura, en realidad eran los mejores. Cuando me estaba yendo y luego de agradecerme por cuarta vez, me dijo que si hacía un gol se lo dedicara. Hice dos. El segundo para el miedo.