Cartas de amor efímero III

, por Martín Gaitán

Compañera poetisa:

Probablemente no te pase, pero para mi no hay nada más amedrentador que una cajita de texto en blanco cuando quiero escribirle algo especial a alguien especial. Bueno, sí, quizas un papel en blanco, pero este posmodernismo me tecnificó hasta los miedos.

Es que aunque de vez en cuando me gusta escribir y otras veces tengo infrecuentes impulsos de audacia —como salir semidesnudo de un rio logrando una versión libre del monstruo del lago Ness con bajo presupuesto—, en realidad se vuelve dificil hilvanar palabras que me dejen acercarme, sin saber bien a qué, sin saber bien por dónde.

Lo que sé es que fue un gran amanecer, un bello inicio de año, con la alegría de estar con amigos, contemplando el rio, bajo el sol y tu poesía.

Confesión de parte: Me quedé pensando en vos. Recién bajé las fotos, y reafirmo lo que dije: sos hermosa. Hermosa allí, así, con la valentía y la magia de escribir poesía.

¿Que sabés vos de mi? Creo que muy poco. Y aunque eso seguramente está muy bien, te molesto con algunas verdades aleatorias (no me enojo si aprestás el botón de "spam" de tu correo en este preciso momento).

Soy hincha de Boca. Me gusta tomar la leche con nesquik ahogando galletitas dulces para luego rescatarlas con la cuchara antes que se deshagan. Que feo, me siento un torturador de galletitas.

No creo en los horóscopos, en las religiones, ni en los actimel, pero sí en el "piedra libre" de la escondida, en el poder que tienen los pueblos cuando se organizan y en la energía positiva que irradia el sexo de las hormigas de Nueva Zelanda. Nunca estuve en Nueva Zelanda.

Tengo una seria tendencia a la cursilería, que a veces se camufla en la sensibilidad pero en general se evidencia cuando la lengua se te queda pegada en el paladar si estás cerca mio. Si se trata de una carta, y no sé muy bien qué quiero escribir, siempre empiezo por contar lo que me cuesta empezar cuando no sé muy bien qué quiero escribir —¿te suena?—.

De vez en cuando me gusta salir del rio semidesnudo y sentarme al lado de alguna chica que me gusta. Me asusto muchísimo cuando en vez de insultarme, ignorarme, o llamar a su novio matón, la chica me sonríe, me da conversación y me lee un poema.

Me gusta la música, aunque no soy erudito («eructito, hijo, se dice eructito» — amo Los Simpsons- ). En el cine, en cambio, me inventé algo así como un criterio personal que consiste en decir «me gustó» si la peli me gustó y «no me gustó» si sucede lo contrario. Además llevo una especie de obsesión por recordar los nombres de los actores de reparto de peliculas desconocidas que nunca vi.

Estoy convencido de que el pomo de la pasta de dientes nunca se acaba: siempre se puede sacar un poco más, siempre. Y también que lo que se siente por una mujer sólo se define cuando la ves durmiendo al lado tuyo.

Escribo y leo. Séptimo grado completo. También saco fotos: hay que apretar un botón, el aparato hace click, y el tiempo se congela.

Cuando era chico y feliz — que no fue el único tiempo en el que fui feliz, ni todo el tiempo en el que fui chico— supe algunas poesias de memoria, pero luego tuve que ocupar esas neuronas en recordar formulas de integrales. Tuve un blog que abandoné y alguna vez resucitaré desde las cenizas del spam y el olvido. Será igual de aburrido y tendrá la misma dirección: http://www.textosypretextos.com.ar.

Aunque lo disimulo, soy un nerd. Estudio y trabajo a través de computadoras. Creo en esas cosas y en internet. Son herramientas revolucionarias, e intento luchar por su democratización. Mi compu se llama "Morocha". También mi bicicleta tiene nombre, pero no quiero que pienses que no tengo amigos y por eso converso con las cosas.

¡Ah, casi me olvido! Alguna vez, espero que pronto, seré ingeniero. Pero espero, más pronto aún, volver a verte.

Escribo mails largos que, como debe ser, nunca son respondidos. A veces me doy cuenta de los motivos y entonces me despido con un beso.

Un beso. Martín.

P.-S.